Salió de casa y un tímido sol asomaba entre las nubes volviéndolas translúcidas.
Se notaba en el ambiente que llegaba la primavera.
El frío había arremetido, la gente iba menos abrigada y el cerezo comenzaba a florecer. El cerezo. Ese árbol bajo el que siempre pasaba y que ahora estaba increíblemente bonito. Las pequeñas flores rosas caían y se posaban sobre su pelo ,sus ropas, en todas partes.
Siguió avanzando hacia clase con la estúpida ilusión de la llegada de la primavera .Esa sonrisa le duró toda la mañana, pero a la salida, se había puesto a llover, empañando así su sonrisa y su ilusión.
Por si fuera poco ,el frío le empezó a cuartear las mejillas. Maldita la hora en la que había decidido salir de casa con una cazadora vaquera y sin un paraguas.
Anduvo todo lo rápido que pudo hacia casa. Sus pisadas se agolpaban y hacían que los charcos enfurecidos, la salpicaran.
No podía ser...¡su árbol!.¿Qué había pasado? Ah si...la lluvia. Ahora las pequeñas flores , que antes revoloteaban a su alrededor, yacían pisadas y mojadas en el suelo. No podía consentirlo. Se agachó y recogió las pequeñas flores acumulándolas en la palma de la mano con el fin de preservar la poca dignidad que les quedaban.


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